“Jugársela por el buen nacer, por el cuidado, es jugársela por una sociedad que cuida”
*Afirma antropóloga Michelle Sadler al analizar la violencia obstétrica.
Como un tema que empieza a resolverse al momento de darle nombre, a partir de lo cual se crea conciencia y se empieza a superar, definió la antropóloga Michelle Sandler a la violencia obstétrica, un tipo de vulneración de género que debe abordarse de manera multidisciplinaria, intersectorial y estructural.
La académica, miembro del directorio del Observatorio de Violencia Obstétrica, OVO Chile, fue una de las expositoras en las Quintas Jornadas de Derechos Humanos y Salud Pública de Valparaíso, actividad convocada por la Universidad de Chile, a través de su Escuela de Salud Pública, y que por segundo año consecutivo contó con la coorganización de la Universidad de Valparaíso.
Michelle Sadler es antropóloga de la Universidad de Chile, magíster en Estudios de Género y Cultura de la Universidad de Chile, máster en Ciencias en Antropología Médica de la Universidad de Oxford, Inglaterra, actualmente cursando el Doctorado en Antropología en la Universidad de Rovira i Virgili, España, y académica e investigadora de la Universidad Adolfo Ibáñez.
A su juicio, la violencia obstétrica debe abordarse desde distintos aspectos, “porque hasta ahora se ha abordado más como un tema interpersonal, como de ‘malas personas’ o ‘personas con una actitud deficiente’, y muchas de las acciones pasan por la idea de pensar que hay que capacitar el personal de salud para que sea más empático, pero se ha hecho menos una construcción de la violencia estructural que esto está simbolizando en el fondo”. Por eso, explica, “cuando hablamos de violencia obstétrica es muy importante situarla y analizarla como una violencia de género, hacia la mujer, que toma matices y características muy específicas dentro de la atención de salud. Ningún otro ‘paciente’, entre comillas, en prestaciones médicas sufre este tipo de violencia. Porque se suma la violencia sexual, por el ejercicio sexual, por ser mujer; en el fondo, por esta violencia histórica hacia la mujer que se encarna en este cuerpo que está dando a luz y se transforma en algo de características muy brutales”.
Darle nombre
Lo más sorprendente, dice Michelle Sadler, es “cómo hemos normalizado y permitido esto por tanto tiempo. Ahora, cuando le ponemos nombre y lo miramos, resulta bien sorprendente que estemos todas en la calle por la violencia intrafamiliar, por el acoso sexual callejero, por esto, por lo otro, y esta violencia, como está disfrazada de atención de salud, queda como no nombrada. Creemos que la forma de enfrentarla es justamente nombrándola como tal, como una violencia vital hacia la mujer, con toda esta característica de violencia de género, y trabajando en deconstruir, lo mismo que cualquiera de las violencias de género”.
Es la estructura patriarcal la que hace que se produzcan situaciones como la violencia obstétrica, a lo que se suma, dice la antropóloga, “el propio sistema biomédico, porque la biomedicina en su origen es una ciencia profundamente androcéntrica, que define al cuerpo femenino como patológico por naturaleza. Entonces, dentro de ese modelo médico es muy difícil promover una autonomía femenina, dado que como es por naturaleza patológico, debe someterse a todos estos mecanismos de control; es como que se justifica porque te están salvando la vida y están salvando la vida de este bebé, se desproblematiza ya que hay una vida que se está salvando de por medio”.
Por ello, agrega, “se requiere pensar en todas estas estructuras, pero principalmente el género, el sistema biomédico como un sistema androcéntrico, de fragmentación, de mecanicismo, de tratar el proceso como una cadena de producción más que como un proceso fisiológico normal. Por tanto, implica repensar las currícula universitarias, la educación sexual, la forma en que visualizamos nosotros las mujeres”.
Sobre si el empoderamiento de las mujeres ayuda, señala que sí, “pero el empoderamiento no es suficiente, porque te chocas con la barrera del sistema. Por supuesto que eso activa y ayuda, pero no basta sólo con lo personal, porque no ha generado los cambios que nos hubiéramos esperado. Justamente por ese reduccionismo de la visión, que se sitúa en las personas y no mira la estructura, es más difícil que esto cambie mucho. Es como hacer un zoom out, como mirar desde más arriba: ¿por qué esta forma? y ¿por qué se hace esto?”.
La parte económica
Asimismo, dice Michelle Sadler, “también requiere de pensar otros mecanismos perversos, como los incentivos económicos en salud, porque tenemos una tasa de cesáreas de las más altas del mundo, que se duplica o triplica en salud privada. Y eso no es porque las mujeres sean más patológicas, sino porque hay incentivos económicos detrás. Hay, insisto, todas estas estructuras detrás, que permiten, avalan y justifican que tengamos esta excesiva medicalización, que se siga definiendo el parto como un evento principalmente riesgoso, patológico, que haya todo este maltrato”.
Pero, señala la experta, hay un lado bueno: “Maravillosamente, desde que uno nombra el fenómeno, se empieza a sanar. O sea, uno empieza a prevenir, proponer, activarse, buscar. Y desde todas partes: desde el personal de salud, de salud mental, de las usuarias, familias, personas. Que se reconozca que hay muchas acciones que suceden y muchos procedimientos que son violentos, que son violencia. Mucha gente tenía mucho rechazo a ponerle el nombre de violencia a una prestación de salud, pero es, es con todas sus letras. Esa es un poco la pega de nombrar y reflexionar en conjunto”.
Finalmente, aclara que hablar de violencia obstétrica “no es un ataque, porque entonces se generan como bandos: ustedes que nos atacan y no son de salud, y nos sacrificamos tanto. Por supuesto que se valora muchísimo todo lo que hacen, pero tenemos que sacarnos las máscaras; o sea, ese propio profesional de salud darse cuenta de qué está haciendo y por qué está haciendo eso cuando lo hace, y qué le enseñaron que él piensa que es justificable. Es un tremendo tema, pero muy simbólico, porque marca quiénes somos como sociedad: el minuto de nacer es cómo nos queremos definir como seres humanos, y jugársela por el buen nacer, por el cuidado, es jugársela por una sociedad que cuida, en todo sentido. Es mucho más holístico”.