“No discriminar es ver a cada persona en lo que es, no ver el grupo al que pertenece”
*Señala académica española María Amparo Ballester, quien expuso sobre igualdad de género en el trabajo.
A sala llena se desarrolló la conferencia “Igualdad de género en el trabajo”, que dictó la doctora María Amparo Ballester, de la Universidad de Valencia, España, en el aula Luis Vicuña Suárez de la Escuela de Derecho. La profesora fue invitada por el Programa de Doctorado en Derecho de la Escuela de Derecho, el Centro de Estudios Interdisciplinarios en Teoría Social y Subjetividad (CEI-TESyS) y la Unidad de Igualdad y Diversidad de la Universidad de Valparaíso.
María Amparo Ballester es catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Valencia, España; directora del Institut Universitari d’Estudis de la Dona de la Universidad de Valencia, y experta nacional por España en la European Network of Legal Experts in Gender Equiality and Non Discrimination, órgano asesor de la Comisión Europea en materia de género. Es autora de numerosas publicaciones jurídicas sobre discriminación laboral por razón de género y corresponsabilidad, y sobre otros temas de derecho del trabajo y de la seguridad social, tales como extranjería, derechos fundamentales, discriminación por edad, derecho social de la Unión Europea y prestación de maternidad.
—Sabemos que no existe la igualdad de género en el trabajo. ¿Qué factores podrían cambiar esta realidad?
“Esa seguramente es la gran pregunta. Muy probablemente el gran problema de la discriminación en el trabajo está en que no la identificamos, que funcionamos con estereotipos a los que nos hemos habituado, y que no vemos cosas que seguramente deberíamos ver. Por ejemplo, pensamos que las mujeres están cobrando igual que los hombres porque nos es muy difícil pensar que por el mismo trabajo se cobran cantidades diferentes. Pero es que, claro, el problema de la discriminación retributiva no está ahí, no está en ese concepto: está en que se infravaloran los trabajos feminizados; está en que muchos complementos de disponibilidades, complementos de calidad, curiosamente van a parar generalmente a los hombres y no a las mujeres; está en que es muy difícil identificar lo que se cobra en una empresa en general, para ver la diferencia. Son un tipo de cosas que son mucho más complicadas de identificar, y que además están muy dentro de lo que pensamos, de nosotros mismos, de la vida, de lo que valemos. Y ahí es donde hay que actuar; claro, es mucho más complicado, pero es la misión en la que estamos”.
—A cada individuo social le corresponde colaborar en superar estas diferencias. ¿Qué podemos hacer desde nuestras acciones personales?
“Hay una cosa que a mí me gusta mucho pensar cuando hablamos de no discriminación, y no se refiere únicamente a la discriminación por cuestión de género: me refiero a todo tipo de discriminaciones. En realidad, es una palabra como muy pesada, en el sentido de que parece muy trascendente, pero no discriminar es sencillamente ver a las personas, ver a cada persona en lo que es, ver lo que hace, ver lo que vale de verdad, y no ver el grupo ni el estereotipo colectivo al que pertenece. Y esto nos vale igual en el caso de género, en el caso racial, en el caso religioso y demás. Cuando nosotros en el derecho del trabajo —o en cualquier otro tipo de derecho antidiscriminatorio— estamos poniendo las herramientas identificando esto, no estamos haciendo más que eso: sencillamente, júzgame por lo que soy, no por el grupo al que pertenezco, y eso es función de todos y de todas, cada uno en su ámbito”.
—Los temas de género, de migración, étnicos, suenan cada vez más fuerte, pareciera haber un cierto pulso por el cambio.
“Sí, sí. Es que a todos nos alivia mucho poder clasificar a las personas. Incluso a los empresarios les ayuda mucho también decir ‘bueno, pues este es un hombre, lo cual quiere decir que no se va a ir de permiso de maternidad, lo cual quiere decir que un buen día no lo van a llamar para decirle que el hijo se ha puesto enfermo y que tiene que ir a recogerlo al cole’. Eso nos simplifica mucho la vida: este es así, yo espero esto de él. Y nos corresponde cambiar esos estereotipos. A un hombre lo pueden llamar igual que a una mujer para cosas relacionadas con el cuidado, y podemos esperar lo mismo de una persona por su origen racial, por su religión o por su género, que de la otra. Es cosa de ver a las personas y olvidar el grupo en el que están”.
—¿La igualdad legal de derechos maternales y paternales, por ejemplo, ayudaría?
“Exacto. Esa es de hecho una de las reclamaciones que en este momento en la Unión Europea están más avanzadas, porque sería posible incluso que poco a poco vaya avanzando para que se transforme en una directiva. Porque está claro: cuando tú lo que haces es establecer el permiso de paternidad, de la misma duración, y que si no se coge por el hombre se pierde, hay una tendencia a cogerlo; pero no sólo es que involucras a los hombres en el cuidado, sino que además ayudas a eliminar estereotipos por los empleadores: ante ‘esta mujer en edad fértil se me va a ir’, sucede que ‘oye, no, que si es un hombre se te va a ir igual’. Todo esto ayuda a cambiar estereotipos, por eso es bueno. Y es en lo que estamos trabajando”.
(Fotografías: Matías Salazar.)