Ante demandas por educación no sexista: “Hay que pasar de las declaraciones a las acciones”
*Afirma Alejandra Ramm, doctora en Sociología, respecto de lo que estado sucediendo desde que se iniciaron las movilizaciones.
Acciones concretas debieran dejar como resultado las diversas movilizaciones feministas por una educación no sexista que se están desarrollando en el país. Para la socióloga Alejandra Ramm, académica de la Universidad de Valparaíso, doctora en Sociología por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), es indispensable pasar de las declaraciones a las acciones.
—Tras lo que va corrido desde que partieron las movilizaciones feministas, ¿cómo ha evolucionado el tema, cómo ha repercutido en las personas y en las instituciones?
“Pienso que ha habido mucho discurso transversal, de apoyo a las demandas feministas, por ejemplo la declaración que sacaron las universidades estatales sobre esta materia. Si uno hace caso a todas esas declaraciones da la idea entonces que incluso las tomas feministas serían injustificadas, dado tal (aparente) consenso en las autoridades respecto de lo legítimo de sus demandas. Sin embargo, creo que hay que pasar de las declaraciones a las acciones. Faltan ahora acciones concretas que demuestren que las universidades están cambiando no sólo sus discursos, sino sobre todo sus prácticas en relación a las mujeres y disidencias sexuales”.
—Hace algunas semanas, las académicas de la Facultad de Humanidades de la UV emitieron una declaración sobre las movilizaciones feministas. ¿Por qué fue necesario hacerlo, y por qué sólo firmada por las académicas?
“La iniciativa y el liderazgo en la exigencia de una educación no sexista proviene de las estudiantes y disidencias sexuales. Y así la declaración pública de la asamblea de Sociología del 7 de mayo llamaba a toda la UV a tomar posición frente a la movilización feminista. A las académicas de la Facultad de Humanidades nos pareció que era un acto mínimo de coherencia con nuestras estudiantes atender tal llamado, más aún dado que luego de consultar entre nosotras fue inmediatamente evidente que compartíamos el mismo deseo por una educación y una universidad no sexista.
”El que sea sólo de mujeres es un gesto precisamente para visibilizar que aquí ha habido un modo de hacer universidad que ha discriminado y marginado a las mujeres, en nuestro caso, a mujeres académicas. Evidentemente la transformación de las universidades y de la educación en un amplio sentido hacia el no sexismo es un desafío y una tarea que nos compete a todos, mujeres, disidencias sexuales y hombres. Pero nos parecía importante que fuéramos justamente las más afectadas (las mujeres) quienes diéramos esta primera señal, esta primera afirmación mostrando que el orden actual de cosas se basa en desigualdades profundas que han sido silenciadas (pero no por eso son menos reales en sus efectos negativos)”.
—Los protocolos, que muchas universidades están elaborando o ya tienen, ¿colaboran en la construcción de un modelo de educación no patriarcal?
“Aquí vale la pena decir que la demanda de no ser acosada, hostigada o molestada sexualmente no es un máximo, sino que es un mínimo al que debiéramos aspirar. La existencia de protocolos es un primer paso. En un país tan formalista como el nuestro, tanto o más importante que la existencia de un protocolo es la efectividad de este en prevenir y en sancionar de manera real y a tiempo a quienes cometen este tipo de actos, también en ofrecer reparación para las víctimas. La justicia que llega tarde o que nunca llega, no es tal sino que es otra forma más de injusticia, eso lo sabemos por la historia reciente del país. Aquí, como en todas las cosas, las decisiones que tomen las autoridades competentes es lo que hará la diferencia entre que un protocolo sea un mero saludo a la bandera o bien un mecanismo real y eficaz para transformar el modo de hacer universidad”.
—En la declaración de las académicas de Sociología, se aludía a la construcción de nuevos tipos de relaciones y prácticas en el quehacer universitario. ¿Cuáles serían las acciones que permitirían o favorecerían estos nuevos tipos de relaciones?
“Sin ánimo de hacer una lista exhaustiva, las mismas estudiantes y disidencias sexuales han dado una serie de indicaciones de qué sería una educación no sexista. Lo primero es dar un trato digno a todas las personas, lo que incluye de manera evidente no acosar ni hostigar sexualmente, no actuar de manera discriminatoria ni invisibilizar. Aquí el punto central es lograr una convivencia universitaria respetuosa, civilizada y que valora —y no sanciona ni discrimina— la diferencia y la diversidad. Lo segundo es hacer políticas de afirmación positiva, especialmente a medida que se asciende en las posiciones de poder, de grupos que han sido históricamente discriminados en las universidades: mujeres, disidencias sexuales, pueblos originarios, entre otros. En este mismo sentido, promover iniciativas que busquen ‘desmasculinizar’ y ‘desfeminizar’ carreras que históricamente presentan una alta concentración de uno u otro género. Lo tercero es modificar las mallas y programas de manera tal de considerar el género como un saber mínimo que es transversal a la experiencia universitaria, y no como un área marginal del conocimiento. Cuarto, que los fondos para investigación requieran la atención al género como un elemento básico para ser otrogados. Y quinto, que la vinculación con el medio también incorpore la dimensión de género. Un tema no menor, especialmente en una sociedad en que los medios de comunicación constituyen la esfera pública, es la atención a cómo se promueve la imagen de las universidades en esos medios. Es decir, que las instancias de difusión (folletos, fotos, afiches, etcétera) eviten reforzar roles de género convencionales, por ejemplo, publicitando carreras de ingenierías solamente con imágenes de hombres y de educación sólo con imágenes de mujeres. Estos puntos me parece que son el piso mínimo para avanzar”.
(Fotografía de Denis Isla)